jueves, diciembre 17, 2015

Memorias: Dios, un hombre y un temblor.


II.





Un lunes del año 1999, a eso del medio día y después de haber almorzado con mi -(habría podido escribir familia pero dado que para algunos en esa palabra caben relaciones de segundo y tercer grado, seré más específica)- mamá, mi papá y mi hermana, me preparaba para ir a mi clase de pintura al óleo. Acababa de tomar una ducha, sentía la cabeza fría por el agua que se había quedado atrapada en mi cabello, pensaba en el cuadro que continuaría, en cuándo lo acabaría, en el olor a trementina, a aceite de linaza, al café con leche de las tres de la tarde. Tenía 8 años, una edad suficiente para vestirme sola, meter la boquilla del talco en cada media, oprimir el tarro como a un masmelo, hacer coincidir las medias con los pies. Los camiones grandes que pasaban cerca del edificio, provocaban siempre un leve movimiento pendular al que me había acostumbrado, la cama se movía suavemente y escuché un par de chillidos metálicos, - ¡¡¿Qué pasa?!!, - ¡¡está temblando!!, - ¡¡¿Qué hacemos!!??, - ¡¿Dónde está mi mamá, mi papá y mi hermana?!, - ¡¿Cuánto tiempo más va a durar?!,  -¡¡No para!!, ¡¡plaf!!, el microondas cae de la repisa en la cocina; el suelo parecía el mar, - ¡a penas puedo sostenerme de pie!, intento caminar hacia la puerta de salida, mis movimientos son torpes, lentos, atropellados, veo a mi lado derecho el candelabro de dos brazos y de piso tambalearse, giro la cabeza y veo una grieta dibujarse en la pared blanca, bajando del techo hacia el piso y pienso: debo hecharme la bendición, aunque sea rápido, como me lo enseñaron en el colegio, como lo hace mi abuelo antes de irme de su casa, como lo hacemos todos los días, debo hecharme la bendición porque si este cuarto piso se desfonda, moriremos, ¡bah, si me hecho la bendición de todas formas me voy a morir si el piso se desfonda, así que no lo haré!, abracé fuerte a mi hermanita y mi papá, esperamos durante los trece segundos más largos de nuestras vidas. ¡¡Pum, pum, pum , pum!!, las copas caen una tras otra, ¡tras!, el televisor cae, la puerta golpea la pared, la ropa cae de los armarios, libros, porcelanas, juguetes, platos, portaretratos, floreros, cucharas, botellas, toallas, adornos, peluches, bolsos, tijeras, paredes, ventanas, pisos, puertas, escaleras, tubos, carros, barrancos, edificios, casas, barrios y vidas, dos mil vidas cayeron al piso, pero no las nuestras.

(Continuará...)













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