Tengo siempre el acento incorrecto. No sé por qué me parece
tan importante, noto cuando mis interlocutores se dan cuenta y piensan “¿de dónde vendrá ésta
persona?”. Lo más incómodo de esto es que me siento expuesta, siento que mi
vida personal e historia familiar se ven exhibidas muy rápido, sólo se
necesitan un par de sílabas para que El Otro me ubique en cierta región del
país o del mundo, se imagine qué desayuné, dónde viven mis padres, qué hacía
los domingos cuando vivía con ellos, cómo me vestía, en qué me transportaba, a
qué hora del día se escondía el sol, cuáles fiestas celebro, cuántos festivos
tiene el año, en qué idioma leo, si compraba flores o no, todo eso sin nombrar
los clichés.
Cuando vivía en
Armenia hablaba paisa, y no sabía; luego me fui a Bogotá, y me di cuenta. A los
habitantes de Bogotá les llamamos rolos, no es peyorativo sino costumbre. Los rolos miran a los paisas como los
parisinos a los marselleses o los catalanes
a los madrileños; de reojo y viceversa. Hay una cosa molesta en los acentos, me
siento como un valor agregado: los de aquí y yo, Los Otros y
yo. Me pregunto si es muy grave, si a El Otro le resulta aparatoso entenderme,
si se tiene que concentrar más de lo habitual, si después de media hora de
conversación le duele la cabeza. Cuando
hablo con alguien que tiene un acento diferente al mío pienso siempre que debería
cambiarlo al suyo, para facilitar la comunicación, para entrar en confianza,
para hablar (casi) el mismo idioma. Entonces aprendí a hablar rolo, unos meses después de vivir en
Bogotá empecé a acostumbrarme y a tener nuevos encuentros, la gran mayoría de nuevos conocidos tenían ese
acento y me decían de vez en cuando la
paisita, qué vaina, porque los paisas hablan, dicen, cantadito y los rolos con
una entonación más fuerte al final de cada frase; no era tan difícil de imitar
y me daba la impresión de sentirme más en casa, de no ser tan diferente, de
molestar menos a la gente. Me acostumbré a mi nuevo acento, después de unas
semanas ya no era copia sino real, me lo había apropiado, hasta que seis meses
después regresé a la tierra del café, la mía, la paisa. -“¡Ay, estás hablando
rolo!”, -Es normal, hace dos años vivo en Bogotá,
respondía, -“Yo sabía que se te iba a pegar (risas)”. Es como una traición, un
“ya no eres de aquí, nos has abandonado, ahora hablas como ellos” (con música malvada de fondo), si no hablas
como la mayoría estás frito: ya eres diferente. Puse los puntos sobre las íes, mientras viva en
Bogotá hablaré rolo y cuando vaya a Armenia hablaré paisa, así nadie me
molestará. Escuchaba hablar a mis amigos y familiares, cerraba los ojos, me
concentraba un poco, daba play y listo, mi acento paisa regresaba. Había, sin embargo, situaciones un poco más difíciles de manejar, por ejemplo cuando una persona me
llamaba desde Bogotá y yo estaba en Armenia hablando paisa, entonces un minuto
después de contestar la persona me decía “¡Ay, estás hablando muy paisa!”, y ya
no sabía cómo hablar. Al final resultó siendo un paisa con una entonación más
fuerte al final de cada frase o un rolo cantadito, una cosa en la mitad. La
ventaja era que esas diferencias eran sólo regionalismos y aunque la entonación
fuera diferente ambos estaban recogidos en el mismo idioma, el español.
Luego quise venir a Francia y la cosa se puso seria. No
tiene que ver con el cambio de idioma (de español a francés, para eso lo estudié) sino con la manera de apropiárselo, poder mirar a El Otro a los ojos
mientras le hablo, responder sin repasar todo mi diccionario mental, utilizar
el mismo lenguaje corporal que ya conocía para acompañar mi voz, acordar
palabras a ideas, expresar emociones con el mismo entusiasmo, aceptar que no
hago parte de ese acento, que soy diferente. Me tomó muchos meses sentirme
segura para hablar con personas que no conocía, me daba cuenta que las personas
que me veían regularmente se habían acostumbrado a mi acento y por consiguiente
me entendían con mayor facilidad, en cambio aquellas a las que hablaba por
primera vez levantaban la mirada, me miraban con el ceño fruncido y me decían
“¿perdón?”, todas con la misma respuesta automática: mirada, ceño y ¿perdón?,
lo que para mí significaba “¿perdón?, no le entiendo un carajo pequeña
extranjera recién llegada” o “¿perdón, podría hablar como nosotros? o en su
defecto “¿perdón, para eso le sirvieron dos años y medio de francés?”. Entonces
decidí que lo mejor era no hablar mucho, para no sentirme disminuida: llamadas
por teléfono convertidas en mensajes de texto o cartas en papel, comentarios en
clase reducidos, alguien pedía en el restaurante por mí o decía “quiero lo mismo”,
escuchar más y hablar menos, conocer extranjeros para identificar su acento y compararlo al mío, buscar con anticipación en un traductor la palabra
que necesitaba antes de incluirla en una frase, evitar hablar fuerte, mantener
conversaciones cortas, ver televisión para aprender nuevas palabras y escuchar las entonaciones, leer el periódico, en fin, muy agotador.
He remarcado que las personas que van al psicólogo (como es
la moda en estos días) hablan de sus problemas con frecuencia en su círculo de
amigos y familiares, pareciera que eso les ayuda a combatirlos y a ganar
seguridad en sí mismas, “exteriorizar el problema”, dicen. Decidí entonces
hablar de mi acento con mis amigos y conocidos franceses, a ver si eran solo ideas mías. La
primera respuesta fue: “¡pero si ese es tu encanto!”, la segunda: “no hay ningún
problema, te entendemos muy bien todo lo que dices” y las que vinieron: “solo
tienes que articular un poco más”, “sí, tienes un acento pero no hay ningún
problema” y en una noche de tragos: “¡amo tu maldito acento!”; todo indica que la diferencia va
ganando. Luego lo comenté con una amiga, que a demás de ser francesa es
psicóloga, el combo perfecto. La puse en contexto y le lancé mi pregunta
preparada con anticipación: -¿por qué tengo la impresión de ser dos personas al
mismo tiempo, una que piensa, habla, reacciona, escribe, analiza, lee y sueña en
español y la otra que hace todo eso de una manera diferente y en francés?, y su
respuesta fue -¿de verdad sueñas en francés, con que regularidad?, - Casi todos
los días, sueño también en español y en francés en una sola noche y digamos que
un poco menos de la mitad de todos mi sueños son en español. -¡Es genial! -¿Qué
es genial?, -En un libro que leí decía que a partir de cierta edad las personas
pueden aprender otros idiomas pero es muy difícil interiorizarlos, llevarlos al inconsciente como lo haría en sus primeros años de vida. Si tu sueñas en
francés es porque has interiorizado el idioma y te lo has apropiado como si
fuera tu segunda lengua materna, -¿Y por eso reacciono de manera diferente
cuando hablo cada idioma?, -Es probable, deben haber muchos puntos en común entre esas dos maneras de ser que
han adoptado nuevos comportamientos y creado la persona que eres hoy, con tu
pasado y tu presente. Otra vez: una mezcla de todo.
Quizá no tenga que ser de alguna parte, le decía a un amigo
que fui a ver a París el año pasado, mientras tomábamos una cerveza en el Barrio
Latino. -“Al final uno es eso, una mezcla de todo”, decía. Entonces quiero ser un revoltijo de idiomas,
de países, de comidas, de libros, de canciones, de pinturas, de atardeceres, de colores, de artistas, de olores, de películas, de trenes, de fotografías, de recuerdos, quiero ser la mezcla de eso y también de todo lo que
me falta, de mi familia, de mis amigos en español, de mis no estaciones, de mi arepa con queso al
desayuno, de mi tembladera por café, de mi infancia en un museo del oro, de mis montañas
alrededor, de mi salsa a media noche, de mis vestidos en diciembre, de mi natilla en navidad, de mis paseos por el Parkway, de mis noches con Silencio, de mis flores para mi única abuela viva y mi (amado)
abuelo muerto .
Nunca tengo el acento correcto, pero bueno, ¿qué define lo
correcto?
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Fr.
L’accent incorrect
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Fr.
L’accent incorrect
J’ai toujours l’accent
incorrect. Je ne sais pas pourquoi ça me paraît si important, je remarque
toujours quand mon interlocuteur s’en aperçoit et pense «D’où vient cette
personne ? ». Le plus gênant de tout ça c’est que je me sens exposée,
j’ai l’impression que ma vie personnelle et mon histoire familiale sont
exhibées trop vite, il y a besoin juste de deux syllabes pour que L’Autre puisse me placer dans une région
d’un pays ou du monde, pour qu’il imagine mon petit-déjeuner, où habitent mes
parents, qu’est-ce que je faisait les dimanches quand j’habitais avec eux,
comment je m’habillais, quel moyen de transport j’utilisais, à quelle heure était
le coucher du soleil, quelles étaient les fêtes nationales que je célébrais,
combien de jours féries il y a dans un an, dans quelle lange je lis, si j’achetais
des fleurs ou pas, tout ça sans parler des clichés.
Quand j’habitais
à Armenia, en Colombie, je parlais paisa1
et je ne le savais pas ; après j’ai déménagée à Bogotá et j’y ai pris conscience. On appelle les
habitants de Bogotá rolos, ce n’est
pas péjoratif mais juste une habitude. Les rolos
regardent les paisas de la même
manière que les parisiens regardent les marseillais ou les catalans les
madrilènes ; du coin de l’œil et vice versa. Il y a quelque chose de très
gênant dans les accents, je me sens comme une valeur ajoutée: les gens d’ici et
moi, Les Autres et moi. Je me demande
si c’est très grave, si pour L’Autre c’est
très compliqué de me comprendre, si L’Autre
doit se concentrer plus que d’habitude, si après une demi heure de conversation
il a mal à la tête. Quand je parle avec quelqu’un qui a un accent différent du
mien je pense toujours que je devrai changer le mien, pour faciliter la communication,
pour le mettre en confiance, pour parler (presque) la même langue. Alors j’ai
appris à parler rolo, quelques mois
après d’avoir déménagée à Bogotá je me suis habituée et je faisais des
nouvelles rencontres, la plupart de nouvelles connaissances avaient cet accent
et ils m’appelaient parfois la paisita, quelle
embrouille!, parce qu’on dit que les paisas
parlent en chantant et les rolos ont
une intonation plus forte à la fin de chaque phrase ; ce n’était pas très
compliqué à imiter et en plus j’avais l’impression de me sentir chez-moi, de ne
pas être si différente que ça, de gêner moins les gens. Je me suis habituée à
mon nouvel accent, après quelques semaines ce n’était plus une copie mais réel,
je me le suis approprié. Six mois après je suis retournée à La Tierra del Café2,
la mienne. –« Ah mais tu parles trop rolo
maintenant!», - C’est normal, ça fait deux ans que j’habite à Bogota, je répondais.
–« Je savais que tu commencerais à
parler comme ça (rires) ». C’est comme une trahison, un « tu n’es
plus d’ici, tu nous as abandonné, maintenant tu parles comme eux » (il
faut rajouter une musique méchante de fond), en gros si tu ne parles pas comme
la plupart, c’est mort : tu es déjà différent. J’ai mis les points sur les
i, tant que j’habiterai à Bogotá je parlerai rolo et quand j’irai à Armenia je parlerai paisa, comme ça tout le monde est content. J’entendais parler mes
amis et mes parents, je fermais les yeux, je me concentrai un peu, je faisais play et
voilà, mon accent paisa revenait. Il
y avait, néanmoins, des situations plus difficiles à gérer, par exemple quand
quelqu’un m’appelait de Bogota et que j’étais à Armenia en train de parler paisa, alors une minute après d’avoir
décroché la personne me disait « ah mais tu es en train de parler très paisa!, et je ne savais donc pas comment
parler. À la fin le résultat était un paisa
avec une intonation plus forte à la fin de chaque phrase ou un rolo un peu chanté, quelque chose au
milieu. L’avantage était que ses différences sont juste du régionalisme et même
si l’intonation est différente ils font tous les deux partie de la même langue,
l’espagnol.
Après j’ai voulue
venir en France et c’est devenu rigolo. Ce n’est pas par rapport au changement
de langue (d’espagnol au français, pour ça j’ai étudiée) mais la manière de se
l’approprier, de pouvoir regarder L’Autre
dans les yeux pendant que je lui parle, répondre sans avoir à réviser tout
mon dictionnaire mental, utiliser le même langage personnel que j’avais déjà
appris pour accompagner ma voie, accorder des mots aux idées, exprimer mes
émotions avec le même enthousiasme, accepter que cet accent ne m’appartiens
pas, que je suis différente. J’ai mis des mois pour parler avec des gens qui je
ne connaissais pas, j’ai remarquée que les personnes qui me voyaient régulièrement
avaient pris l’habitude de mon accent et grâce à ça ils me comprenaient mieux.
Par contre ceux à qui je m’adressais pour la première fois levaient la tête,
fronçaient les sourcils et me
demandaient « pardon ? », toutes les personnes avec la même réponse
automatique répété : tête, sourcils et pardon?, ce que pour moi voulait
dire « pardon? Je ne comprends rien du tout, petite nouvelle venue étrangère »
ou « pardon, vous pouvez faire un effort et parler comme nous? » ou
encore mieux « pardon, c’est à ça qu’ils ont servi les deux ans et demi de
français?». Alors j’ai décidée que le mieux était de ne pas beaucoup parler,
pour ne pas me sentir diminuée : les appelles téléphoniques transformés en
message de texte ou lettres sur papier, des commentaires réduits en cours à l’école,
quelqu’un commandait pour moi au restaurant ou je disais « je veux le même»,
écouter plus et parler moins, rencontrer des étrangères pour identifier leur
accent et le comparer avec le mien, chercher à l’avance dans un traducteur le
mot dont j’avais besoin avant de l’incorporer dans une phrase, éviter de parler
fort, maintenir des conversations courtes, regarder la télévision pour
apprendre des nouveaux mots et écouter les intonations, lire le journal, en
fin, très fatigant.
J’ai remarquée
que les personnes qui vont voir un psychologue (comme c’est la mode à ce
moment) parlent de leurs problèmes régulièrement avec leurs amis et parents, on
dirait que ça les aide à combattre et prendre de l’assurance, « extérioriser
le problème », on dit. J’ai décidée donc de parler de mon accent avec mes
amies et connaissances françaises, pour voir si c’était juste des idées à moi.
La première réponse a été « mais si c’est ce qui fait ton charme! »,
la deuxième « il n’y a aucun problème, on comprend tout ce que tu dis » et celle d’après :
« il faut juste que tu articules un peu plus », «oui, tu as un accent
mais il n’y a aucun problème » et dans une soirée arrosée « j’adore
ton putain accent !» ; tout indique que la différence est en train de
gagner. Après j’en ai parlée avec une
amie, qui en plus d’être française est psychologue, le kit parfait. Je l’ai
mise en contexte et j’ai lancée ma question déjà préparée à l’avance : -Pourquoi j’ai l’impression
d’être deux personnes au même temps, une qui pense, parle, réagis, écris,
analyse, lis et rêve en espagnol et une autre qui fait tout ça mais d’une manière différente et en
français?, et sa réponse a été –Tu fais vraiment des rêves en français, avec
quelle régularité ?, -Presque tous les jours, je fais aussi des rêves en
espagnol et en français dans la même nuit et je peux dire qu’un peu moins de la
moitié de tous mes rêves sont en espagnol. – C’est génial! -Qu’est-ce qu’est génial? - J’ai lue dans un livre qu’à partir d’un
certain âge les gens peuvent apprendre d’autres langues mais c’est très difficile
de les intérioriser, de les amener à l’inconscient comme on le ferait dans nos
premières années de vie. Si tu fais des rêves en français c’est parce que tu as
intériorisé la langue et tu te l’as appropriée comme si elle était ta deuxième
langue maternelle. –Et c’est pour ça que je réagis d’une manière différente
quand je parle chaque langue? -C’est
fort probable, il y a surement plusieurs points en commun entre ses deux
manières d’être qui ont adopté des nouveaux comportements et ont crée la
personne que tu es aujourd’hui, avec ton passé et ton présent. Une fois encore : un
mélange de tout.
Peut-être ce n’est
pas nécessaire que j’appartienne à quelque part, disais-je à un ami que je suis
allée voir à Paris l’année dernière, en buvant une bière au Quartier Latin. –«À
la fin on est que ça, un mélange de tout », disais-t-il. Alors je veux
être un fouillis de langues, de pays, de nourritures, de livres, de chansons,
de peintures, de couchés de soleil, de couleurs, d’artistes, d’odeurs, de
films, de trains, de photographies, de souvenirs. Je veux être un mélange de
tout cela et aussi de tout ce qui me manque, de ma famille, mes amis en
espagnol, mes non-saisons, mon arepa3
au fromage pour le petit déjeuner, mon tremblement à cause du café, mon enfance
dans un musée de l’or, mes montagnes tout autour, mi salsa à minuit, mes robes en décembre, mi natilla4 à Noël, mes promenades sur le Parkway, mes
nuits avec Silence, mes fleurs pour ma seule grand-mère vivante et mon
grand-père (adoré) mort.
Je n’ai jamais l’accent
correct, mais bon… qu’est-ce que le correct ?
1.Paisa : type
de langage et intonation typique des départements d’Antioquia Caldas, Quindío,
Risaralda, Norte del Valle et nord-est de Tolima en Colombie.
2.La Tierra del
Café: région de la Colombie qui est connue pour la production du café, région dont je suis née.
3.Arepa: recette
à base du maïs moulu traditionnelle de la gastronomie colombienne.
4.Natilla:
dessert à base de maïs, lait et panela (sucre
de canne) servi traditionnellement à Noël et à la nouvelle année en Colombie.
Oui, c'est vrai, tu as un petit accent, charmant!! ;-) Hasta pronto querida Laura.
ResponderBorrarÀ bientôt chèr Ricardo!
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