Carritos est une série de dix pièces en céramique qui dénonce la
participation d’enfants dans la guerre en Colombie. Carritos est le diminutif de Carros,
qui en espagnol veut dire Voitures. Il
est considéré comme un carrito, l’enfant
qui a été repéré, exploité, forcé ou embauché par les groupes armés pour
transporter des armes en cachette. Ce trafique leur permet l’achat et vente de
nouvelles armes et surtout le déplacement d’argent et d’armes dans les
différents quartiers, qui ont été séparés par des frontières strictement
délimitées, les frontières imaginaires ou
invisibles, qui interdisent la libre
circulation des habitants.
Les enfants, victimes de la problématique sociale qui vit
la Colombie depuis 60 ans, sont généralement issus des familles très
vulnérables, sans emploi ni éducation, et, pour certains, même sans abri. Ceux
sont des enfants qui n’ont pas accès à l’éducation académique, qui passent leur
temps à prévenir les criminels de la présence des militaires, transporter des
armes dans les sacs à dos qui devaient contenir des livres et des jouets et
surveiller le quartier pour se protéger de possibles vengeances ou attentats
envers sa famille.
Chacune de ses pièces
est le résultat d’une hybridation anthropomorphique, qui symbolise le corps en
tant que transporteur, objet inanimé
d’un rose clair qui rappelle la peau, étant ce dernier le seul élément qui change
dans les 10 pièces qui conforment la série. Chaque Carrito a la taille du corps d’un baigneur, les différentes parties
qui la composent ont été assemblés avec une tige de laiton couleur or, que l’on
retrouve dans la ficelle en coton rappelant les petites voitures.
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ESP.
Carritos es una serie de diez piezas en cerámica que
denuncia la participación de niños en la guerra en Colombia. Es considerado un carrito, el niño o niña que ha sido
empleado, forzado o explotado por grupos armados para transportar armas
escondidas. Este tráfico permite la compra y venta de nuevas armas y sobre todo
el desplazamiento de dinero y de armas entre los diferentes barrios, los cuales
han sido divididos por fronteras estrictamente delimitadas, las fronteras imaginarias o invisibles, que prohíben la libre
circulación de los habitantes.
Los
niños y niñas, víctimas de la problemática social que vive Colombia desde hace
60 años, son generalmente descendientes de familias vulnerables, sin empleo ni
educación y, algunos, hasta sin techo. Generalmente no tienen
acceso a la educación, pasan su
tiempo a prevenir a los criminales de la presencia de los militares, transportar
armas en maletines que deberían contener libros y juguetes, y vigilar el barrio,
para protegerse de posibles venganzas o atentados contra su familia.
Cada
una de estas piezas es el resultado de una hibridación antropomórfica, que
simboliza el cuerpo como transportador, objeto inanimado de un rosa claro que
recuerda a la piel, siendo este último el único elemento que cambia entre las
10 piezas que componen la serie. Cada carrito
es del tamaño de una muñeca de plástico, las diferentes partes que lo
componen fueron ensambladas con una varilla metálica color oro, que reviene
sobre el hilo de algodón, invocando los carros de juguete.
Como
colombiana, mujer y artista plástica, denuncio a través de mi trabajo de
creación, producción y reflexión, los problemas de una sociedad destrozada por
la violencia, la injusticia, la desigualdad y la pobreza. La relación de estos
niños y niñas con los traficantes de droga, armas, dinero, cuerpos humanos,
mujeres, productos de contrabando etc. hace de estos individuos una prueba de
la degradación del tejido social de mi país.
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